Hijitos, sean mis manos extendidas, manos de amor para todos aquellos que se han perdido, que no tienen más fe ni esperanza.

Oremos Juntos como hermanos

“Hermanos –nos dice San Bernardo–, a vosotros, como a los niños, Dios revela lo que ha ocultado a los sabios y entendidos: los auténticos caminos de la salvación. Meditad en ellos con suma atención. Profundizad en el sentido de este Adviento. Y, sobre todo, fijaos quién es el que viene, de dónde viene y a dónde viene, para qué, cuándo y por dónde viene. Tal curiosidad es buena. La Iglesia universal no celebraría con tanta devoción este Adviento si no contuviera algún gran misterio”.

Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para venir y no tardará, leemos en las antífonas de la liturgia.

Santa María, Esperanza nuestra, nos ayudará a mejorar en este tiempo de Adviento. Ella espera con gran recogimiento el nacimiento de su Hijo, que es el Mesías. Todos sus pensamientos se dirigen a Jesús, que nacerá en Belén. Junto a Ella nos será fácil disponer nuestra alma para que la llegada del Señor no nos encuentre dispersos en otras cosas, que tienen poca o ninguna importancia ante Jesús.

Mensaje de Maria del dia 25 de Noviembre de 2009

¡Queridos hijos! En este tiempo de gracia, los invito a todos a renovar la oración en sus familias. Prepárense con alegría para la venida de Jesús. Hijitos, que sus corazones sean puros y acogedores, para que el amor y el calor comiencen a fluir a través de ustedes, en cada corazón que está lejos de Su amor. Hijitos, sean mis manos extendidas, manos de amor para todos aquellos que se han perdido, que no tienen más fe ni esperanza. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

Comentario

“En este tiempo de gracia, los invito a todos a renovar la oración en sus familias”

La Santísima Virgen primero nos vuelve a recordar que éste es tiempo de gracia. Precisamente, por ser tiempo de gracia se aparece y nos da estos mensajes que van marcando nuestro camino. Inmediatamente después nos pide renovar la oración en familia, es decir hacerla nueva, profunda, como la que hemos experimentado comunitariamente en Medjugorje o que ha nacido de un encuentro con la gracia, que la Reina de la Paz viene a traernos.

A este punto deberíamos decir que Medjugorje es más que un lugar. Son muchas las personas que no han ido y que quizás no puedan hacerlo en el futuro, pero que viven esta espiritualidad: la de seguir los mensajes de la Madre de Dios, porque saben en su corazón, con la certeza de la fe, que Ella verdaderamente les está hablando.

Así como hay fieles al llamado de la Santísima Virgen en Medjugorje que no han salido de sus casas, también puede haber entre nosotros quienes hemos estado y poco o nada hayamos cambiado. Éste es el misterio de la libertad del hombre y de la resistencia que pueda oponer a la gracia de Dios.

Importante es, por tanto, la apertura de corazón y también la humildad. Si cierto es que a Medjugorje o al mensaje debemos aproximarnos en la humildad y abiertos al don por recibir, más importante es que regresemos o nos vayamos transformando en personas aún más humildes y acogedoras.

Nuestra Madre quiere que hagamos nueva nuestra oración o porque la habíamos dejada arrinconada dándole el último espacio y tiempo (y eso cuando lo hay) o porque la hemos ignorado.

Orar es primordial, es la actividad primera en el tiempo de nuestra vida. La oración debe abrir el día, empezando por la entrega de la jornada a Dios y el pedido que llene nuestros vacíos con su gracia y bendición, y debe acompañarnos durante las distintas horas hasta el momento del descanso.

Pero, no es la oración en abstracto a la que va dirigida el mensaje sino –y éste es ahora el punto- a la familia que debe orar en unidad.

¡Qué bueno es romper la inercia de la rutina, apagar el televisor, hacer caso omiso, por ejemplo, al telenoticiero y toda la familia ponerse a rezar el Rosario!

No por muy sabido y antiguo, aquel adagio “la familia que reza unida permanece unida” ha perdido actualidad o certeza. Es más cierto y comprobable que nunca.

Importante es que todos estén de acuerdo en rezar juntos, pues a nadie se lo debe forzar. Y a los niños, que ellos sí deben obedecer, no conviene agobiarlos con muchas oraciones.

Sabemos que en muchas familias resulta extremadamente difícil que padres e hijos adolescentes convengan en tener una oración conjunta. Sin embargo, con buenas maneras y buena voluntad, se podría al menos llegar a rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria con ellos. Y si aún así no fuese esto posible, pues rezar por y en lugar de los que se oponen. Basta un solo miembro que reza por todos para que esa oración tenga valor de oración familiar.

Tengamos siempre en cuenta que ante las negativas y aún en el caso de soledad nunca hay que desesperar ni quejarse. La desesperación refleja falta de fe en la Omnipotencia de Dios, y la queja aleja aún más a quienes se pretende integrar. 

“Prepárense con alegría para la venida de Jesús. Hijitos, que sus corazones sean puros y acogedores…”

Nuestra amadísima Reina de la Paz, como Madre de la Iglesia que es, siempre respeta y sigue el tiempo litúrgico y por eso ahora, al iniciar este tiempo de Adviento, nos invita a prepararnos con alegría para la Navidad.

Adviento es tiempo de espera y de esperanza. Con toda la Iglesia nos preparamos al encuentro de la Navidad, haciendo memoria de la primera venida de nuestro Señor, encarnado en la Virgen y nacido en Belén de Judá, y alzamos la mirada en la esperanza del mismo Señor que vendrá en gloria y majestad. Por eso, a través de todos los siglos clamamos: “¡Ven Señor Jesús!” “No tardes en venir”.

Nuestra alegría es porque creemos en Jesús, como Hijo de Dios y Salvador nuestro, que una vez vino en el despojamiento, la humildad y el dolor, a quien pocos lo reconocieron y aún hoy lo reconocen. Nuestra alegría es porque Aquél que hace más de 2000 años se encarnó, Dios Todopoderoso y de eterna misericordia, es el mismo que está con nosotros –según su promesa- hasta el fin del mundo en cada Eucaristía.

Nuestra alegría es plena porque nuestra fe lo reconoce y alimenta nuestra esperanza en su segunda venida, cuando por todos será visto regresando en poder y majestad.

Pero, tal alegría, para ser verdadera y permanente debe brotar de la pureza y la amplitud del corazón. Ya que bienaventurados seremos y grande será nuestra dicha en la medida que puro sea nuestro corazón, porque veremos a Dios con los ojos de la fe (Cf. Mt 5:8).

Todo lo malo que nace del corazón lo hace impuro y todo lo que lo cierra impide el acogimiento y por tanto el amor y su fruto que es la alegría.

Corazón puro es el que, como María, acoge la Palabra y la practica hasta sus últimas consecuencias.

Dice el Eclesiástico: “Hijo, si te decides a servir al Señor prepárate para la prueba” (Ecl. 2:1). Las pruebas que Dios nos envía o los males que atravesamos por nuestra culpa o circunstancia, siempre que no nos separemos del Señor, son de purificación.

Ante el mal que cometemos la Iglesia -que dispone de todos los medios de salvación- nos ofrece -siempre que acudamos arrepentidos a la búsqueda del perdón- purificarnos, reconciliándonos con Dios y también con las otras personas a las que hemos dañado, por medio del sacramento penitencial y la reparación a la que nos compromete.

La gracia divina está siempre pronta a restaurarnos y rescatarnos por medio de la Iglesia.

Un corazón puro es necesariamente sencillo, humilde, misericordioso y acogedor. Es el que desea liberarse del pecado, amar cada vez más y mejor, y anhela vivir la paz de Dios.

El juicio condenatorio y acusador, la soberbia y el orgullo, y la falta de perdón cierran al corazón del hombre y lo vuelven impuro porque no es ni misericordioso, ni humilde, ni acogedor.

El que no acoge a quien está próximo, el que emite juicios inapelables sobre los demás, el que proyecta sus miedos, hace de su imágenes abstractas y de sus prejuicios su propia realidad y siendo esclavo del error no puede experimentar alegría ni paz permanente ni está preparado para recibir el amor de Dios. Por eso, todos debemos confrontarnos con nuestra realidad y ver hasta dónde nuestro corazón es puro y acogedor. Seguramente todos, también, descubriremos, en sincero examen de conciencia, que mucho nos falta para aproximarnos al pedido de la Santísima Virgen. Sobre esas falencias debemos trabajar para poder cumplir con lo que Ella nos pide y prepararnos con alegría al encuentro del Señor. 

“Hijitos, que sus corazones sean puros y acogedores, para que el amor y el calor comiencen a fluir a través de ustedes, en cada corazón que está lejos de Su amor”

Como exhortaba san Juan en su primera carta, no se ama de boca y con palabras sino con obras y según la verdad. Si no amas a tu hermano a quien ves no puedes amar a Dios a quien no ves, porque lo desconoces (Cf. 1 Jn 4:20).

Dicho de otro modo, si no nos abrimos acogiendo primero a nuestros amigos y familiares y luego a los demás, si guardamos rencores y albergamos sentimientos negativos, si nuestras actitudes son carentes de misericordia, de perdón o de desprecio o de suficiencia, no correrá el amor por nosotros, y seremos incapaces de dar a otros lo que sí recibimos de Dios, pero que con nuestras actitudes pecaminosas hemos bloqueado y estancado. No podremos entonces dar amor.

Tendremos primero que aceptar acercarnos a la misericordia de Dios y anhelar tener un corazón como el suyo, manso y humilde, para luego con ese corazón amante llegar a los que están alejados del amor de Dios. 

“Hijitos, sean mis manos extendidas, manos de amor para todos aquellos que se han perdido, que no tienen más fe ni esperanza”

Porque en Medjugorje aparece la Virgen, acuden hijos de todas partes del mundo quienes, regresando a sus lugares, extienden la gracia recibida a sus parroquias y ambientes. Todos ellos, los que fueron y regresaron, así como los que recibieron gracias sin moverse de su lugar, son las manos tendidas con amor de la Virgen Santísima hacia todos aquellos que deambulan extraviados por la vida porque nula es su fe y perdida su esperanza.

La prolongación de las manos extendidas de nuestra Madre son las que se alzan en alabanza a Dios por los que no lo alaban; las que se juntan en súplica intercediendo por los que no conocen su amor; las que acogen y que abrazan al perdido y herido por la vida; las que acarician al que no ha conocido el amor en esta tierra; las que aprietan y sujetan fuertemente para unir y sellar lo que peligra dividirse y quebrarse; las que dan palmadas para reconfortar al desconsolado; las que se tienden para alzar al caído; las que sostienen a la vida recién nacida y a la madre que había decidido abortar; las que tienden puentes de amistad y comprensión donde hay odio e incomunicación; las que dan de comer en la boca al anciano abandonado y desilusionado de todo; las que enjugan las lágrimas del que está triste y deprimido; las que trazan la señal de la cruz sobre la frente de la joven con sida que ha sido rechazada por los suyos y vive de limosnas en la calle; las que se abren siempre dadivosas; las que empuñan el Rosario; las que sueltan la piedra y se abren al perdón. Manos que acarician y bendicen, que dan y reciben, que abrazan y sostienen,  manos que expresan amor.

¡Gracias, Madre nuestra, por llamarnos, por contar con nosotros, pobres hijos tuyos pecadores, porque tu presencia de amor nos alienta y purifica y nos enseña a ser pequeños para ser grandes ante Dios!

P. Justo Antonio Lofeudo

Las personas cuando visitan Medjugorge o  un Santuario Santo,

Acuden a un llamado y responden rezando, confesándose, adorando al Señor, la mayoría haciendo su primera experiencia de Iglesia, en abandono confiado a la Virgen que los ha convocado para que Dios les dé verdadero sentido a sus vidas cuando le abren el corazón.

El agnóstico que va a Medjugorje no se impresiona tanto porque otros recen sino porque descubre una presencia, la misma que lo ha estado invitando. Generalmente no sabe porqué llegó hasta ahí y de pronto descubre que nuestra religión es la verdadera: que Dios existe, que Jesucristo es el Salvador y es Dios, el hijo de la Virgen María y que Ella está precisamente en ese lugar. De un modo misterioso y repentino se le empieza a develar la fe católica y a descubrir los sacramentos y la necesidad imprescindible que tiene de ellos. Comprende que la Iglesia Católica es la Iglesia de Cristo y se siente Iglesia, y la abraza, la ama y la defiende. Y se le hace conciente también que la realidad no está limitada por sus sentidos y su razón sino que hay otra realidad mucho más profunda, trascendente, que da respuestas a lo que hasta ayer para él era motivo angustioso del absurdo: la vida humana y la muerte.

En Medjugorje se reza, queridos hermanos, y se descubre quién es la que viene a visitarnos por la presencia fuerte del Espíritu Santo (Cf. Lc 1:41-43). No es la voluntad de rezar la que atrae a la gracia sino la gracia la que hace que recemos y recemos con el corazón y añoremos esas experiencias cuando no estamos allí.

Que nada de lo malo, hecho o denunciado, nos haga perder el equilibrio y la gracia y que nunca las sombras nos oculten la luz, la inmensa luz que -desde hace casi 30 años- se irradia desde Medjugorje a todo el mundo.

P. Justo Antonio Lofeudo

Si amas a Maria te invito a que difundas sus mensajes o a rezar por tu hermano incluso aquel que te ha tratado mal, te invito a que formes un grupo de oracion por la paz del mundo en honor a Jesus y Maria en tu parroquia, en tu escuela, te sorprenderias cuanto te nesecitan alli, Si deseas el bien para ti, primero debes trabajar para que otros esten bien en gracia con Dios, cuando Maria vea tu humilñlacion, como hijo, que pide por su projimo, no podrá jamas negarse a un pedido tuyo si es para bien de tu alma.Hermano que tengas mucha Paz!

Te invito a consagrarte a Jesus por medio de Maria Santisima viendo este video y rezando esta oracion

Deja un comentario