Encontraron a María, a José y al niño. Al cumplirse los ocho días, le pusieron por nombre Jesús

diciembre 30, 2012

Señor Dios, que por la maternidad virginal de María diste al género humano el don de la salvación eterna, concédenos sentir la intercesión de aquélla por quien recibimos al autor de la vida, Jesucristo, Señor nuestro, que vive y reina contigo…
Amén

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Lectura del libro de los Números 6, 22-27

En aquel tiempo el Señor dijo a Moisés:
«Di a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los israelitas: El Señor te bendiga y te proteja; haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor; que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré».
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Al venerar a la Virgen Santísima como Madre de Dios, la proclamamos a la vez Madre nuestra. Ella cuida con desvelo maternal por sus hijos; tanto más cuanto más necesitados se encuentran…

Con su desvelo de Madre, Nuestra Señora sigue prestando a su Hijo los cuidados que le ofreció aquí en la tierra. Ahora lo hace con nosotros, pues somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo: ve a Jesús en cada cristiano, en todo hombre. Y como Corredentora, siente la urgencia de incorporarnos definitivamente a la vida divina. Ella será siempre la gran ayuda para vencer dificultades y tentaciones y la gran aliada en el apostolado que, como cristianos en medio del mundo, hemos de llevar a cabo en el lugar donde nos encontramos: “Invoca a la Santísima Virgen; no dejes de pedirle que se muestre siempre Madre tuya:  y que te alcance, con la gracia de su Hijo, claridad de buena doctrina en la inteligencia, y amor y pureza en el corazón, con el fin de que sepas ir a Dios y llevarle muchas almas”. Esta jaculatoria  tomada de la liturgia, nos puede servir para estar unidos a Ella especialmente en este día: ¡Madre mía!, en esta necesidad y en aquella otra…, con este amigo… que tarda en acercarse a tu Hijo…

Al comenzar un nuevo año, aprovechemos para hacer el propósito firme de recorrerlo día a día de la mano de la Virgen. Nunca iremos más seguros. Hagamos como el Apóstol San Juan, cuando Jesús le dio a María, en nombre de todos, como Madre suya: Desde aquel momento -escribe el Evangelista- el discípulo la recibió en su casa .

Al mirar hoy a Nuestra Señora, Madre de Dios, que nos ofrece a su Hijo en brazos, hemos de dar gracias al Señor, pues “una de las grandes mercedes que Dios nos hizo además de habernos criado y redimido fue querer tener Madre, porque tomándola Él por suya nos la daba por nuestra”

La Iglesia nos enseña que María ocupa, después de Cristo, el lugar más alto y el más cercano a nosotros, en razón de su maternidad divina. Ella, “por la gracia de Dios, después de su Hijo, fue exaltada sobre todos los ángeles y los hombres”Por ti, Virgen María, han llegado a su cumplimiento los oráculos de los profetas que anunciaron a Cristo: siendo Virgen, concebiste al Hijo de Dios y, permaneciendo virgen, lo engendraste.

El Espíritu Santo nos enseña en la Primera lectura de la Misa de hoy que, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley.La Virgen cumple su misión de Madre de los hombres intercediendo continuamente por ellos cerca de su Hijo. La Iglesia le da a María los títulos de “Abogada, Auxiliadora, Socorro y Mediadora”, y Ella, con amor maternal, se encarga de alcanzarnos gracias ordinarias y extraordinarias, y aumenta nuestra unión con Cristo. Es más, “dado que María ha de ser justamente considerada como el camino por el que somos conducidos a Cristo, la persona que encuentra a María no puede menos de encontrar a Cristo igualmente”

Dios y Señor nuestro, que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión de aquella de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida.

Con esta solemnidad de Nuestra Señora comenzamos un nuevo año. En verdad no puede haber mejor comienzo del año –y de todos los días de nuestra vida– que estando muy cerca de la Virgen. A Ella nos dirigimos con confianza filial, para que nos ayude a vivir santamente cada día del año; para que nos impulse a recomenzar si, porque somos débiles, caemos y perdemos el camino; para que interceda ante su divino Hijo a fin de que nos renovemos interiormente y procuremos crecer en amor de Dios y en servicio a nuestro prójimo. En las manos de la Virgen ponemos los deseos de identificarnos con Cristo, de santificar la profesión, de ser fieles evangelizadores. Repetiremos con más fuerza su nombre cuando las dificultades arrecien. Y Ella, que está siempre pendiente de sus hijos, cuando oiga su nombre en nuestros labios, vendrá con prisa a socorrernos. No nos dejará en el error o en el desvarío.

En el día de hoy, cuando contemplemos alguna imagen suya, le podemos decir, al menos mentalmente, sin palabras, ¡Madre mía!, y sentiremos que nos acoge y nos anima a comenzar este nuevo año que Dios nos regala, con la confianza de quien se sabe bien protegido y ayudado desde el Cielo.

Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor; y se le llamará «Admirable, Dios, Príncipe de la paz, Padre perpetuo»; y su reino no tendrá fin.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 4-7

Hermanos: Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo el dominio de la ley, para liberarnos del dominio de la ley y hacer que recibiéramos la condición de hijos adoptivos de Dios.
Y la prueba de que ustedes son hijos es que Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que grita: ¡Padre! De modo que ya no eres siervo, sino hijo, y como hijo, también heredero por gracia de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

oremos con Maria:Para que los seres humanos de todas las razas y pueblos descubran que tienen un único Dios, Padre de todos, y nunca se comporten como enemigos unos de otros, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que llegue a la presencia del Señor el lamento de los que sufren a causa de las guerras, y pronto puedan experimentar el retorno de la paz a sus hogares y naciones, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que los que hoy nos hemos reunido para dedicar al Señor las primicias de este año nuevo, vivamos en paz todos sus días y podamos ver con salud y alegría su fin, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que los fieles, a imitación de María, mediten y conserven en su corazón y anuncien con celo lo que han oído del Hijo de Dios, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Señor y Dios nuestro, que en tu providencia das principio y cumplimiento a todo bien, concede, te rogamos, a cuantos celebramos hoy la fiesta de la Madre de Dios, santa María, que así como nos llena de gozo
celebrar el comienzo de nuestra salvación, nos alegremos un día de alcanzar su plenitud.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Consagracion a Maria de todo nuestro ser

Oremos

Omnipotente sempiterno Dios,
que con la cooperación del Espíritu Santo,
preparasteis el cuerpo y el alma
de la gloriosa Virgen María,
para que fuese merecedora
de ser digna morada de vuestro Hijo;
concédednos que,
al celebrar con alegría su conmemoración,
por su piadosa intercesión seamos liberados
de los males presentes y de la muerte eterna.

Por el mismo Cristo, Señor nuestro.
 Amén

Que el auxilio divino permanezca para siempre.
Amén.