¡Dulcísima Reina de los cielos y de la tierra!;
La Virgen María se aparece en 1830 a una joven postulante a noviciado en el convento de la Rue de Bac, iniciando una era de apariciones que permiten catalogar a los tiempos desde allí en adelante como una verdadera era Mariana universal.
El 27 de noviembre de 1830 la Virgen Santísima se apareció a Santa Catalina Labouré, humilde religiosa vicentinaLa Hermana Catalina de Labouré había luchado muchos años, desde niña, para realizar su sueño de ingresar a un convento y consagrarse a la vida religiosa. La temprana muerte de su madre la llevó a entregar todo su amor de hija a la Madre de Dios.
Catalina vivió desde sus primeros meses en el convento la Presencia Mística de Jesús: durante la Eucaristía El se presentaba a Catalina con ornamentos de Rey, pero mostrando los agravios que el mundo le realizaba a pesar de Su Divinidad. Catalina sólo confió a su confesor sus visiones, manteniendo el secreto de las revelaciones que recibía hasta el final de su vida.
Sucesivas revelaciones le indican la necesidad de difundir una Medalla por todo el mundo. Catalina revela el pedido a su confesor, quien sin el conocimiento de Catalina lucha y logra que la Medalla se diseñe y se difunda. La impresionante cantidad de milagros que se generan a partir de allí hacen que la Medalla Milagrosa sea distribuida en millones de copias por muchos países, sin que nadie pueda conocer el nombre de la vidente que recibió tan noble encargo. Catalina, en absoluta humildad, vivió en silencio y trabajo permanente toda su vida, hasta que una muerte apacible la llevó a los brazos de su Madre Celestial por siempre. El mundo conoció entonces el nombre de la vidente que tuvo la gracia de recibir a la Virgen en la Rue de Bac: Catalina fue canonizada como Santa Catalina de Labouré, mientras su cuerpo milagrosamente incorrupto aún en la actualidad, es expuesto en París ante la admiración de las multitudes que la visitan.
«Dios pone pruebas en nuestro camino, como a Catalina. Pero no lo hace porque no nos ame, sino todo lo contrario, lo hace porque nos ama infinitamente. El sabe que nuestra alma es como un metal que debe ser templado a través del fuego de la adversidad. El quiere vernos triunfar, para llegar así a ser almas puras y dignas de estar en Su Presencia.»
La tarde el 27 de noviembre de 1830, estaba Sor Catalina haciendo su meditación en la capilla cuando le pareció oír el roce de un traje de seda, que le hizo recordar la aparición anterior.
Aparece así por segunda vez la Virgen Santísima, vestida de blanco con mangas largas y túnica cerrada hasta el cuello. Cubría su cabeza un velo blanco que sin ocultar su figura caía por ambos lados hasta los pies. Cuando Catalina quiso describir su rostro solo acertó a decir que era la Virgen María en su mayor belleza. Sus pies posaban sobre un globo blanco, del que únicamente se veía la parte superior, y aplastaban una serpiente verde con pintas amarillas. Sus manos elevadas a la altura del corazón sostenían otro globo pequeño de oro, coronado por una Crucecita. La Santísima Virgen mantenía una actitud suplicante, como ofreciendo el globo. A veces miraba al Cielo y a veces a la tierra. De pronto sus dedos se llenaron de anillos adornados con piedras preciosas que brillaban y derramaban su luz en todas direcciones, circundándola en este momento de tal claridad, que no era posible verla. María tenia tres anillos en cada dedo: el más grueso junto a la mano, uno de tamaño mediano en el medio, y uno más pequeño en la extremidad. De las piedras preciosas de los anillos salían los rayos, que se alargaban hacia abajo y llenaban toda la parte baja. Catalina observó que algunos anillos tenían piedras preciosas que lanzaban luces más fuertes, mientras otros apenas emitían luz. Mientras Sor Catalina contemplaba a la Virgen, ella la miró y dijo a su corazón:
“Este globo que ves (a los pies de la Virgen) representa al mundo entero, especialmente Francia y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden”.
Con este mensaje claramente María nos invita no solo a orarle, sino a pedirle permanentemente sus gracias. También con estas palabras la Virgen se da a conocer como la mediadora de las gracias que nos vienen de Jesucristo. El globo de oro (la riqueza de gracias) se desvaneció de entre las manos de la Virgen. Sus brazos se extendieron abiertos, mientras los rayos de luz que salían de sus anillos seguían cayendo sobre el globo blanco de sus pies.
En este momento se apareció una forma ovalada en torno a la Virgen y en el borde interior apareció escrita la siguiente invocación: «María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti». Estas palabras formaban un semicírculo que comenzaba a la altura de la mano derecha, pasaba por encima de la cabeza de la Santísima Virgen, terminando a la altura de la mano izquierda. Oyó de nuevo la voz en su interior:
«Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza».
La aparición, entonces, dio media vuelta y quedo formado en el mismo lugar el reverso de la medalla. En él aparecía una M, sobre la cual había una Cruz descansando sobre una barra, la cual atravesaba la letra hasta un tercio de su altura, y debajo los Corazones de Jesús y de María, de los cuales el primero estaba circundado de una corona de espinas, y el segundo traspasado por una espada. En torno había doce estrellas. La misma aparición se repitió, con las mismas circunstancias, hacia el fin de diciembre de 1830 y a principios de enero de 1831. La Virgen dijo a Catalina: «En adelante, ya no verás , hija mía. Pero oirás mi voz en la oración».
En el anverso de la Medalla, la M de María sostiene la Cruz de Cristo, mientras que el Sagrado Corazón de Jesús está junto al Inmaculado Corazón de María. Se empieza con esta imagen a plantear el quinto dogma de Fe Mariana: María como Corredentora, Abogada y Medianera. María, inseparable de Jesús, nos muestra que Ella sufrió místicamente lo que Su Hijo sufrió física y místicamente también. En Amsterdam a partir de 1945 y en Akita, Japón, desde 1973, María consolidó este pedido a la iglesia: la aprobación del quinto dogma de Fe Mariana: María como Corredentora, Abogada y Medianera. Este pedido aún no fue satisfecho, pero quienes amamos a María esperamos pacientemente que se cierre de este modo el círculo de los cinco dogmas Marianos, tal como Ella lo pide.
Fue tan masivo el desarrollo de milagros a través de la Medalla que su fama corrió rápidamente a través del mundo, multiplicándose su distribución a fuerza de testimonios. Uno de los milagros más conocidos ocurrió a un conocido banquero y abogado judío, Alfonso Ratisbone. El odiaba a los católicos desde que su hermano se convirtió y ordenó sacerdote. En medio de una de las habituales discusiones que solía tener contra el Catolicismo, le entregaron una Medalla que él aceptó llevar sólo para demostrar que no tenía temor de usarla. Dos días después y de modo totalmente casual, se encuentra esperando a un amigo en la puerta de una iglesia en Roma. No resistiendo la tentación ingresa a ella, y allí recibe la aparición de la Madre de Dios que reafirma a través de él la verdad de Su Medalla.
La fama sobre el bautismo y conversión del banquero Ratisbone dio la vuelta al mundo, junto a la imagen de la Medalla Milagrosa.
María envía un mensaje a través de este milagro: un llamado a la conversión de su propio pueblo, el pueblo judío. Ratisbone convirtió luego a cientos de judíos, fue un enorme trabajador en Tierra Santa, salvando y recuperando muchos de los lugares que Jesús tocó con su testimonio vivo. Nada es realizado por Dios en forma casual, todo tiene un significado profundo en los hechos realizados según la Voluntad de Dios.
Santa Catalina de Labouré, y su cuerpo incorrupto
Cuando, 56 años después de la muerte de Catalina, el Cardenal Verdier hizo abrir su tumba para hacer lo que se llama «un reconocimiento de las reliquias» de la que iban a beatificar, se encontró su cuerpo tal como se lo había depositado. El doctor que levantó sus párpados, tras 56 años de entierro, sintió una intensa emoción al descubrir sus magníficos ojos azules, que parecían estar aún con vida: ¡esos ojos que habían visto a la Madre de Dios!. El cuerpo de Catalina fue trasladado entonces a la calle de Bac, donde se lo puede ver, hoy en día, en una urna de vidrio. Después de la beatificación que se realizó en 1933, catalina Labouré fue canonizada el 27 de Julio de 1947, por Pío XII, el cual declaró a toda la Iglesia:
«Decretamos y definimos SANTA, a la Beata CATALINA LABOURÉ».
La Medalla Milagrosa en nuestros tiempos
La imagen de María en la Medalla Milagrosa es una de las más difundidas en nuestros tiempos. Sus manos derraman rayos en forma de gracias sobre todos nosotros, mientras su mirada nos consuela y proteje.
No cabe duda que la Madre de Dios tiene un sentido fundamental en el plan Celestial para estos tiempos: sus pies pisan la serpiente, como símbolo del efecto destructor que el amor por María tiene sobre el pecado. Enamorarse de María lleva necesariamente al deseo profundo de no defraudarla, no decepcionarla. Y para ello, debemos recordar que Ella es la siempre Pura, la Inmaculada. ¿Qué creemos entonces que Ella espera de nosotros?.
Mas informacion Aqui
Aqui en Buenos Aires Tiene su
Santuario Parroquia Medalla Milagrosa
Se celebraran las fiestas patronales mas informacion Aqui
Si quieres unirte y ser parte de la devocion de Maria San Juan Maria Vianney y San Vicente de Paul visita este sitio Haz Clic Aqui
Oremos con Maria
Por la señal de la Santa Cruz, etc.
ACTO DE CONTRICION.
Oración para todos los días:
¡Oh María sin pecado original concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!
¡Dulcísima Reina de los cielos y de la tierra!; que por amor a los hombres te dignastes a manifestarte, a vuestra sierva Sor Catalina, con las manos llenas de rayos de luz; a fìn de hacer saber al mundo que deseas derramar abundantes gracias sobre todos los que con confianza te piden; Concèdeme Madre mía, que a imitación de Sor Catalina derrames en mi alma la luz necesaria para conocer mi nada y mi miseria; y lo mucho que debo a mi Padre Dios, por tantísimos beneficios, como me ha dispensado; y que cumpliendo su voluntad en esta vida; pueda gozarle en Tu compañía eternamente en el cielo. Amén.
Tres Ave Marías, y 3 veces la jaculatoria “Oh María sin pecado original concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”.
Primer Día:
¡Amorosísima Madre mía!, que placer tiene mi alma, cuando considero que tantos deseos tienes en concederme vuestros favores; que no esperas otra cosa, sino que acuda a Tì, para remediar nuestros males y llenarnos de vuestras gracias y dones.
Oh María, mi Madre amada, reina de la Corte Celestial, te ruego que todos acudamos siempre a Tì, como nuestra única esperanza.
Oración Final:
Acuérdate, ¡Oh piadosísima Siempre Virgen María!, que no se ha oído decir jamás; que ninguno de los que han recurrido a vuestra protección, e implorado vuestro socorro, haya sido abandonado de Tì. Animado con esta confianza, ¡Oh Virgen de las Vírgenes!, a Tì vengo; gimiendo bajo el peso de mis pecados, me postro a Tus pies.
¡Oh Madre del Divino Verbo!, no desprecies mis súplicas; antes bien, escúchalas favorablemente . Amén.
Tres veces la jaculatoria: “Oh María sin pecado original concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”.
Segundo Día:
¡Santísima Madre de Dios!, ¡Señora nuestra y mi tierna Madre!; que consuelo tan grande siente mi corazón, cuando contempla Tu imagen, como te viò Sor Catalina, con un globo en vuestras Divinas Manos, que representaba toda la tierra, y lo estrechabas sobre vuestro pecho; simbolizando así el amor que tienes a los hombres. Concèdeme, ¡oh Divina Madre Eterna! ¡Oh Madre mía!, el que sepamos corresponder a tanto amor, procurando imitar vuestras virtudes. Así sea.
Continúe con la oración final.
Tercer Día:
¡Virgen Inmaculada!. ¡Celestial Madre mía! Con que placer llego ante Tu Santísimo Altar; para contemplar Tus virtudes y exponer mis penas. Que aliento santo cobra mi espíritu, al acercarme ante Tu Sagrada Imagen; donde veo representada la más profunda humildad; una modestia admirable y el resto de todas las perfecciones con que el Señor Dios te adornó.
Haz ¡Madre Santísima!, ¡Divina y Celestial Señora! ¡Reina del Clero, de los apóstoles! ¡Madre del Mecías! ¡Hija predilecta de Dios Padre! Que oigamos siempre Tus maternales avisos, para que arrepentidos de nuestras culpas, e imitando vuestras virtudes; logremos la inmensa dicha de estar contigo en el cielo, por toda la eternidad. Así sea.
Continúe con la oración final.
www.corazones.org