Ven, Espíritu Santo, llena de tu luz nuestras mentes para entender el verdadero significado de tu Palabra.

Los mas fieles siervos de nuestra señora, como son sus mas grandes favoritos, reciben de Ella los mas grandes favores y gracias del cielo, que son las cruces; pero sostengo que los siervos de Maria llevan estas cruces con mas facilidad, mérito y gloria; y que lo que detendria mil veces a otros o los haria caer, a ellos no los detiene una sola vez, sino les hace ir adelante, porque esta Bondadosa Madre, toda llena de gracia y de la unción del Espiritu Santo, endulza todas estas cruces que Ella les prepara con el azúcar de su dulzura maternal y con la uncion del puro amor; de modo que aunque sean de suyo muy amargas, ellos las comen alegremente como nueces confitadas. Y creo que una persona que quiera ser devota y vivir piadosamente en Cristo Jesus, y por tanto padecer persecucuion, y cargar todos los dias con su cruz, no podrá llevar grandes cruces, o no las llevará alegremente, ni hasta el fin, sin una filial devocion a nuestra Señora, que es la confitura de las cruces; como tampoco podria una persona sin gran violencia, la cual no seria duradera, comer nueces verdes no confitadas sin azúcar.

Esta devocion a la Santisima Virgen es un camino corto para hallar a Jesucristo, ya sea por que en él no hay extravío, ya sea pòrque por él se camina con mas gusto y facilidad, y por lo mismo con mas prontitud. Mas se aprovecha en poco tiempo de sumision y dependencia de María, que en años enteros de propia voluntad y confianza en Sí mismos.  San Luis M Grignion de MonfortImagen

Ven, Espíritu Santo, llena de tu luz nuestras mentes para entender el verdadero significado de tu Palabra.
Ven, Espíritu Santo, enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor que inflame nuestra fe.
Ven, Espíritu Santo, llena nuestra persona con tu fuerza para reforzar lo que en nosotros es débil en nuestro servicio a Dios.
Ven, Espíritu Santo, con el don de la prudencia para frenar nuestro entusiasmo que nos impide amar a Dios y al prójimo.

 

En el signo del Escapulario se evidencia una síntesis eficaz de la espiritualidad mariana, que alimenta la devoción de los creyentes, haciéndoles sensibles a la presencia amorosa de la Virgen Madre en sus vidas. El Escapulario es esencialmente un «hábito». Quien lo recibe viene agregado o asociado en un grado más o menos íntimo a la Orden del Carmelo, dedicada al servicio de la Virgen para el bien de toda la Iglesia (cfr. Fórmula de la imposición del Escapulario, en el «Rito de la Bendición e imposición del Escapulario», aprobado por la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los Sacramentos, 5/1/1996). Quien viste el Escapulario viene por tanto introducido en la tierra del Carmelo, para que «coma de sus frutos y bienes» (cfr. Ger 2,7), y experimenta la presencia dulce y materna de María, en el compromiso cotidiano de revestirse interiormente de Jesucristo y de manifestarlo vivo en sí para el bien de la Iglesia y de toda la humanidad (cfr. Fórmula de la imposición del Escapulario, cit.).Dos, por tanto, son las verdades evocadas en el signo del Escapulario: por una parte, la protección continua de la Virgen Santísima, no sólo a lo largo del camino de la vida, sino también en el momento del tránsito hacia la plenitud de la gloria eterna; por otra, la conciencia de que la devoción hacia Ella no puede limitarse a oraciones y obsequios en su honor en algunas circunstancias, sino que debe constituir un «hábito», es decir una actitud permanente de la propia conducta cristiana, entretejida de oración y de vida interior, mediante la frecuente práctica de los Sacramentos y el concreto ejercicio de las obras de misericordia espiritual y corporal. De este modo el Escapulario se convierte en signo de «alianza» y de comunión recíproca entre María y los fieles: de hecho, traduce de manera concreta la entrega que Jesús, desde la cruz, hizo a Juan, y en él a todos nosotros, de su Madre, y la entrega del apóstol predilecto y de nosotros a Ella, constituida como nuestra Madre espiritual.

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