Yo soy la Madre que ama a todos. En los momentos en que os encontréis en dificultad, no temáis porque os amo. Os amo aún cuando estuviereis alejados de mi Hijo y de mí. Por eso, hijitos, ¡orad, orad, orad!»

octubre 26, 2009

Mensaje de María Reina de la Paz

maria-de-la-paz2del 25 de octubre de 2009

¡Queridos hijos! También hoy les traigo mi bendición y los bendigo a todos, y los invito a crecer en este camino que Dios comenzó, a través mío, para vuestra salvación. Oren, ayunen y testimonien alegremente vuestra fe, hijitos, y que vuestro corazón esté siempre colmado con la oración. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

Las apariciones son de duración variable pero sin ser, en general, muy extensas. Todos los días a las 17.40h. (o sea las 13.40 hs en la Argentina) la Virgen desciende a la tierra para el encuentro de Medjugorje. Llega cuando la paroquia está rezando las dos primeras series de misterios del Rosario, antes de la Santa Misa. Ora con los videntes el Padre Nuestro y el Gloria. Cuando ellos recitan el Ave María Ella se limita a sonreír. El mensaje diario es precisamente ése, que la Santísima Virgen viene a orar con nosotros y por nosotros. Es el mensaje que el Reino de los Cielos está presente – que Dios no se desentiende de nosotros- ya que la misma Reina ha bajado. Porque Ella es Reina, pero también Madre. Es la Madre que puntualmente viene a visitar a sus hijos y a enseñarles cómo hacer para regresar a Dios.

En la publicación «Eco de Medjugorje», en el número 112, se relata la conversión de un psicólogo protestante. El Padre Slavko – también él psicólogo y uno de los frailes guías del santuario -, le pregunta qué había provocado esa decisión suya de hacerse católico. «Ahora estoy convencido que acá se aparece la Virgen» fue la respuesta, y ello por tres razones: «Porque Ella es muy puntual en sus apariciones; porque dice cosas simples, y porque aparece todos los días». Justamente, le replica el P. Slavko, ésas son las cuestiones que más dificultades le provocan a los teólogos. «Pues precisamente, veo – dice el psicoterapeuta- las angustias y los trastornos que hoy provocan la ausencia de la madre en su seno natural, la familia». La Virgen es la Madre que viene a llenar los vacíos del amor, a cuidar a sus hijos, a rescatarlos del mal, a advertirles que se están destruyendo, a llevarlos hasta el Salvador. Y para ello viene todos los días, a decir cosas fundamentales de un modo simple, para todos – porque Ella es la Madre de todos -, y durante años.

Por eso, para que ganemos la dimensión salvífica, volviéndonos hacia Dios, es que Ella debe venir diariamente. Viene a enseñarnos a caminar – paso a paso-, y a asegurarnos, con su puntualidad, que está con nosotros.

La Santísima Virgen y Madre, la Gospa, también se revela como la Mujer de las Escrituras que lucha contra satanás por sus hijos (Ap 12 y Gen 3). Y anticipa sus movimientos, lo desenmascara. En una oportunidad, hacia el inicio de las apariciones, la Virgen permitió que el siniestro personaje se le presentara a Mirjana, disfrazado de Ella. Le estaba así demostrando -como la misma Virgen luego se lo explicó a Mirjana- la presencia real de satanás para que tuviera experiencia de ella y para advertirla y advertirnos de las falsas apariciones. También hacia el 86 dijo «satanás se apoderó de parte de mi plan.» Y sigue desencubriéndolo cuando nos dice: «Queridos hijos, os invito especialmente a todos a la oración y a la renuncia porque ahora, como nunca antes, satanás quiere mostrar al mundo su rostro vergonzoso con el que quiere seducir a todos los que pueda, llevándolos por el camino del pecado y de la muerte. Por esto, queridos hijos, ayudad a mi Corazón Inmaculado para que triunfe sobre un mundo de pecado.

La Virgen es nuestra Madre que no nos abandona y nos reasegura con su amor, con su presencia -aunque no la veamos- en toda circunstancia de nuestras vidas. «Yo ya os he dicho, hijos queridos, que os he escogido de modo particular, así como sois. Yo soy la Madre que ama a todos. En los momentos en que os encontréis en dificultad, no temáis porque os amo. Os amo aún cuando estuviereis alejados de mi Hijo y de mí. Os ruego, no permitáis que mi corazón llore lágrimas de sangre por las almas que se pierden en el pecado. Por eso, hijitos, ¡orad, orad, orad!»

María es la Madre que, incansablemente, nos llama para llevarnos a Dios, que sigue cooperando en manera sublime, y desde la Gloria, a la Redención que su Hijo obtuvo para nosotros en el Gólgota.

En este tiempo grande y santo en el que habéis entrado orad de un modo especial por aquellos que no han sentido el amor del Señor. Orad y esperad.«

Rosario del Amor y Oración para pedir el Amor
Extraído del libro «Medjugorje-Escuela del Amor, P. Slavko Barbaric ofm, Florida Center for Peace, pág. 200.

Oh Dios, Padre mío, creo en Tu amor infinito y eterno. Tú eres el Amor. Tu Hijo, Jesucristo, es Tu palabra de amor y Tu Espíritu Santo es el lazo de amor que nos une.

Creo que Tú has creado todo con amor y que lo guías con amor. Creo que Tú no nos excluyes de Tu amor, aún cuando nosotros, hombres pecadores, criaturas Tuyas, nos apartemos de Ti y rechacemos Tu amor.

Creo que Tú enviaste a los profetas por amor, para convertir a Tu pueblo y que enviaste a Tu Hijo, para que a través de Su amor El salvara al mundo y manifestara Tu amor paternal a todos los hombres, pero especialmente a los pecadores. Creo que Tú, oh Padre, amas a todos los hombres, porque cada uno es hijo Tuyo. Tu amor no tiene límites. Creo que Tú amas a todas Tus criaturas y que Tu amor da sentido a toda existencia y la fortaleza también para subsistir.

Creo que Tú amas a la Iglesia, porque es el cuerpo de Tu Hijo. Creo que Tú me amas y que por amor a mí me regalaste la vida. Tú me amabas desde antes que yo fuera concebido y fue gracias a Tu amor que pude venir al mundo. Creo que a través del Bautismo me hice partícipe de Tu amor de manera especial y que por amor Tú me aceptaste en la comunidad de la Iglesia.

Creo que Tú me amas incluso cuando yo peque y que por amor me perdonas mis pecados. Creo en Tu amor, aún cuando sé que yo no soy digno de él. Creo que Tú amas también a aquellos que yo no puedo amar en este momento. Creo que Tu amor es la garantía más segura de que también yo seré capaz de alcanzar la vida eterna, que viviré Contigo y tendré parte en Tu amor eterno. Creo que por Tu amor, Tú acogerás a muchos de Tus hijos en Tu Reino.

Hoy quiero orar por el don del amor y creo que Tú me escucharás. Quiero orar en unión con María, Madre del Amor, que se abrió totalmente a Tu amor. María, Madre mía, ora conmigo y por mí, ora por todos tus hijos a quienes diste a luz con dolor y con amor al pie de la cruz.

Escucha mi oración, oh Señor, Tú que me amas y vives y reinas por toda la eternidad. Amén.

Primer misterio:

Tú pides de mí: Ama a Dios sobre todas las cosas. Te doy gracias por este llamado a

amarte. Pero sólo podré amarte si Tú me concedes el don del amor. Te pido que llenes mi corazón de amor, para que yo pueda amarte eternamente, incondicionalmente y en todas las circunstancias de mi vida. Regálame Tu amor, para que yo pueda amarte a través de cada persona y de cada una de Tus criaturas.

Perdóname, porque no siempre he correspondido Tu amor y por no haberte amado a Ti sobre todas las cosas. Purifica mi corazón para que de ahora en adelante yo pueda amarte por encima de todo. Dame la gracia, de que a partir de hoy yo pueda amarte como Te amó Tu Hijo Jesucristo y Tu humilde y fiel sierva María.

Padrenuestro, 10 Ave Marías, Gloria al Padre y la jaculatoria “Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados; líbranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de Tu misericordia.”

Segundo misterio:

Señor, Tú pides de mí: Ámate a ti mismo. Ayúdame a comprender que mi vida es un regalo que yo he recibido de Ti. Tú me querías tal y como yo soy y será Tu amor lo que me hará perfecto. Dame la gracia de reconocer, que el amor a mí mismo es la primera respuesta a Tu amor y que ésta significa colaborar continuamente con Tu gracia y crecer hasta llegar a ser imagen viva de Ti. Ayúdame a comprender que sólo podré reconocerme a través del amor a mí mismo; que cada uno de nosotros somos seres espirituales que necesitamos ser alimentados espiritualmente y que ese alimento sólo podré experimentarlo a través de la oración, la celebración de la Santa Misa, la Confesión y la lectura de la Sagrada Escritura.

Perdona mi egoísmo. mi soberbia y mi envidia; libérame de toda debilidad, del temor y la duda, no permitas que nada me impida amarte a Ti sobre todas las cosas y que pueda amarme a mí mismo como Tú me pides.

Padrenuestro, 10 Ave Marías, Gloria al Padre y “Oh Jesús mío…”

Tercer misterio:

Señor, Tú me mandas: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Dame la gracia de ver a cada ser humano como criatura Tuya, como un hijo Tuyo, que Tú nos has dado al mundo y a mí como un regalo. Llena mi corazón con Tu amor y haz que yo sea capaz de amar a cada hombre y a hacerle lo que yo quisiera que los demás hicieran conmigo.

Perdona mi falta de amor hacia aquellos que son rechazados y juzgados por los demás, que son calumniados, que son explotados y se abusa de ellos, que son pervertidos o privados de su libertad. Perdóname por no haber ayudado a los que sufren y por no haberme pronunciado a tiempo por aquellos que necesitaban mi ayuda. Regala igualmente a los demás el don de amarme y perdonarme a mí, para que también yo pueda perdonarlos a ellos más fácilmente. Haz, Señor, que Tú amor una los corazones de todos los seres humanos, para que el amor entre los hombres pueda conducirnos a la paz auténtica.

Padrenuestro, 10 Ave Marías, (Gloria al Padre y “Oh Jesús mío…”)

Cuarto misterio:

Señor, Tú dices: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen. Padre, Tú amas a todos los hombres por igual y aún así existe tanto odio y falta de reconciliación en la tierra. Cuánto debe sufrir Tu corazón de Padre, teniendo que presenciar cómo los seres humanos, Tus hijos, se odian unos a otros y se persiguen, que hacen aun lado el amor y se infligen unos a otros sufrimientos indescriptibles.

Te pido, oh Señor, que me regales a mí y a los demás el don del amor, para que podamos convivir unos con otros. Haz que nuestro amor supere todas las fronteras y todas las limitaciones y nos fortalezca de tal manera, que ningún odio pueda brotar en nuestro corazón y que nunca más reine en la tierra la falta de paz. Haz que el amor que se ha extinguido vuelva a fluir y que el amor encadenado por el pecado sea puro otra vez. Da a ese amor amenazado por el odio, la fortaleza de perdonar y haz que pueda vencer todas las injusticias a fin de que las relaciones entre las personas puedan restablecerse. Con Tu amor, despierta en aquellos hombres que han sido agredidos con la violencia la disponibilidad de extender su mano hacia la reconciliación  y crear así una nueva comunidad. Haznos reconocer, que el héroe más grande no es quien ejerce la

venganza. sino aquél que ama a su enemigo. Por el poder de Tu amor, haz que seamos capaces de vivir Tu mandamiento de amar también a los que no nos aman a nosotros.

Padrenuestro, 10 Ave Marías, Gloria al Padre y “Oh Jesús mío…”

Quinto misterio:

Padre, Tú nos mandas que amemos a todas las personas. Al orar por el don de Tu amor, Te confío a los miembros de mi familia / de mi comunidad / a mis vecinos, que no son capaces de dar amor pero que esperan mi amor. Haz que mi corazón se renueve, tal y como lo anunciaste a través de Tus profetas. Saca de mi pecho este corazón endurecido y regálame un corazón nuevo, amante, sensible y compasivo, que pueda soportarlo todo por amor… (Guardo silencio y confío a Dios a aquellas personas a quienes quiero regalarles mi amor).

Oro también por esas personas que no me aman a mí y que no están dispuestas a perdonarme. Haz que también su corazón se abra al amor, porque yo no podré ser feliz en tanto no me sienta amado por ellas… (Digo los nombres de las personas por las que no me siento amado y oro):

Padrenuestro, 10 Ave Marías, Gloria al Padre y “Oh Jesús mío…

Haz que por Tu intercesión maternal, Dios, nuestro Señor, escuche mi oración y que de ahora en adelante mi corazón lleve tanto amor, como Tú misma llevaste en tu Corazón y que un día sea capaz de pasar de este mundo al amor eterno. Haz que por tu intercesión todos tus hijos se amen unos a otros y todo sea transformado para bien. Amén.

¡María, Madre del Amor, de la Bondad, la Misericordia y el Perdón! Siento que Tú estás junto a mí. Sé que Tú me invitas a crecer en el amor ya amar a Dios, a mí mismo y a mi prójimo. Haz que por tu intercesión maternal, Dios, nuestro Señor, escuche mi oración y que de ahora en adelante mi corazón lleve tanto amor, como Tú misma llevaste en tu Corazón y que un día sea capaz de pasar de este mundo al amor eterno. Haz que por tu intercesión todos tus hijos se amen unos a otros y todo sea transformado para bien, Amén.


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