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SOMOS ILUMINADOS POR LA LUZ DEL CORAZÓN SAGRADO DE MARÍA
El Espíritu Santo, por mediación de María, sacraliza a los que viven en su Corazón.
Su Corazón es raíz de nuestra espiritualidad sacerdotal y fuente de nuestra acción apostólica.
En efecto: al descubrir las riquezas del Corazón Maternal de María, encontramos cómo debemos conducirnos con Ella para vivir nuestra consagración y qué debemos hacer por los demás como sus hijos sacerdotes, si realmente queremos encarnar en nosotros los rasgos maternales de su amor misericordioso que reflejan el Amor Paterno de Dios.
SIENDO INSTRUMENTOS DE ALIANZA
marca El Corazón de María como Arca de Alianza nos hace instrumentos de Alianza entre los hombres. Tenemos que ser camino por donde Dios hace Alianza con sus hijos.
El Santuario es el lugar físico, que significa su presencia de Madre donde hoy somos recibidos, como Jesús en su seno virginal, y donde prestaremos desde María un servicio sacerdotal, como hijos sacerdotes, identificados con Cristo Pastor, al servicio del rebaño.
Jesús está en San Nicolás “con su Arca” y ésta vez en tierra firme. Los cristianos misioneros puestos a servir a esta obra de María en San Nicolás, nos reconocemos Hijos del Sagrado Corazón de María, Arca de la Alianza y Madre de la Iglesia. Al decir que somos hijos del Corazón de María entendemos como responsabilidad fundamental encarnar en nuestros corazones el Amor Misericordioso del Hijo que se hace visible en el amor Maternal de María, espejo de la Misericordia de Cristo.
Esta misión exige hacerse pequeños en el Corazón de María y profundamente serviciales de los hermanos,
sabiendo que Dios tiene un Plan de Salvación y nosotros no somos dueños de ese Plan sino sus servidores.
María nos invita a estar con Ella y como Ella sintiéndonos solidarios de toda la Iglesia al pie de la cruz de la Iglesia, como Juan, y a llevarla a nuestra casa como el discípulo amado para recibir sus enseñanzas maternales, que nos darán el verdadero perfil de su Hijo Jesús al que cada uno de nosotros debemos imitar con nuestras propias características.
María nos va haciendo trinitarios, nos mostrará el Amor del Padre, nos unirá a la acción sagrada del Hijo, nos hará dóciles al Espíritu Santo; de este modo seremos templo y expresión de la Trinidad.
María nos enseña a descubrir a Jesucristo, como Pastor del rebaño del Padre, engendrando en nosotros sentimientos similares a los de Jesús, que da Su vida por las ovejas, que conoce a cada una por su nombre, que esta lleno de entrañas de misericordia, en favor de todos los hijos pecadores, que se acercan al Trono de la Misericordia.
María nos hace sus hijos, como a su hijo Jesús, nos hace sensibles al dolor, a las necesidades físicas, espirituales, morales, de cada uno de sus hijos. Nos quiere esencialmente al servicio de los que se acercan a Ella, para que le ayudemos a descubrir a Jesucristo.
Nuestro corazón de cristianos, es un corazón semejante al de Jesús, debe serlo, un corazón manso y humilde, un corazón eminentemente misericordioso, un corazón lleno de amor al Padre, que busca continuamente la Gloria de Dios; y un corazón lleno de amor a los hombres, que se entrega y se deja crucificar por ellos, para servirlos, para que descubran el único válido camino, que los haga felices en la tierra y en el cielo, que es el camino de la fidelidad a Dios.
Toda actividad cristiana en general, y el servicio misionero en particular, serán el fruto de una profunda vida de fe.
Servimos a una obra que no es nuestra sino de Dios, somos sostenidos, por lo tanto, únicamente por el poder del Señor.
Creemos sin ver, pero estamos seguros de lo que creemos. La fuerza del Señor sostiene al profeta, que se deja conducir libremente por su Señor.
La fe nos capacita, para ver las cosas, la tierra con los ojos de Dios, para asumir lo que no entendemos, para tener la fortaleza de enfrentar los riesgos que escapan a nuestra humana capacidad; nos da la certeza de que el Señor es nuestra garantía.
El justo vive de la fe.
María, con su “SI” a Dios, nacido de una fe muy profunda, que la llevó al total abandono en las manos del Padre, fue capaz de agradar a Dios. Ella dijo “SI” desde los más profundo de su corazón creyente, toda Su vida recorrió el largo itinerario de la fe. Continuamente se encontró en situaciones de oscuridad, de incertidumbre, de humana incapacidad, para obtener la respuesta adecuada, y sin embargo creyó, y porque creyó agradó a Dios.
El Señor tiene Sus planes, que escapan a nuestra capacidad humana de comprenderlos, sin embargo el Señor tiene la respuesta que nosotros desconocemos. Creer, el aceptar que existe esa respuesta, es adherirnos con nuestro acto de fe, profundo y filial, a la respuesta que aunque no conocemos, sabemos que Dios la tiene.
El Apóstol, se encuentra frecuentemente asediado, por las dudas, por las incertidumbres, por las pobrezas, que nacen de su condición humana, y de su fragilidad para la misión. Sin embargo, el Señor que lo envía, sabe de su pobreza, y lo envía porque El se hace su seguro sostén.
Oremos
Despierta hijo de Dios,
no duermas más que aquí está El,
camina y ve por la Luz,
que hoy está regalando el Señor.
No te niegues a la Vida,
no te apartes de Su lado,
no desprecies Su calor
y te verás por siempre recompensado.
Amén.
!Cuántas cosas hermosas encierra el
amor a Dios!
Amar a Dios es querer al prójimo.
Amar a Dios, es ofrecerse a Dios.
Amar a Dios es dar la vida por Dios.
Pensamiento y obra sean de Dios.
Amén, amén.
Dios me conceda la Gracia de vivir para Ti,
de amar a tu Corazón con todo mi ser.
y que seas Tú, Madre mía,
la que limpie mi alma y la purifique.
Amadísima Madre, enséñame a amar a
Jesús,
hazme digna de Jesús y de Ti, Madre,
y que la Consagración de este día,
me una más a Ti y a tu Hijo.
Amén.
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